MI JEFE CASI ME PILLA LAS GOMITAS 👀
Tengo que contarles la vez que casi pierdo el trabajo (y la dignidad) por unas gomitas recreativas. Es que, honestamente, aún me río cada vez que me acuerdo de ese día, aunque en su momento me quise morir de la vergüenza.
Resulta que mi mejor amigo y yo habíamos conseguido unas gomitas “mágicas” para el fin de semana. Nada fuera de lo común, eran esas gomitas de nivel suave con un toque de THC que supuestamente solo te dan una leve sensación de relajación, nada fuerte. El caso es que las guardé en mi escritorio, ya que nos las había conseguido un compañero de la oficina.
El caso es que llegó el martes, típico día maluco en la oficina, con un montón de reuniones y reportes que entregar. Yo siempre tengo algo de comer en el cajón, así que, en una de esas en que necesitaba un snack, abrí el cajón sin pensar mucho y me llevé un par de gomitas. Fue hasta unos minutos después, cuando sentí algo raro, que recordé qué era lo que había comido. ¡Las gomitas mágicas!
Para ese punto, ya no había vuelta atrás. Traté de mantener la calma, pero en cuestión de una hora ya me estaba sintiendo demasiado "ido", si entiendes lo que quiero decir. Tenía los ojos entrecerrados y una sonrisa tonta que no me podía quitar de la cara.
Y para colmo, justo ese día, el jefe decide hacer una reunión general. Imagínate a mí, sentado en la sala de conferencias, intentando parecer normal mientras sentía que la silla estaba flotando y que el reloj en la pared llevaba horas sin moverse. Cada vez que alguien hablaba, yo solo asentía, como si entendiera todo, pero en realidad estaba concentrado en no reírme.
Lo peor fue que el jefe, en plena presentación (no recuerdo ni de que era), me miró directo y me preguntó algo sobre uno de los proyectos en los que estaba trabajando. Y ahí estaba yo, con los ojos mas cerrados que abiertos, balbuceando algo que ni yo mismo entendí. Sorprendentemente parece que dije algo con sentido y parece que logré salir del paso o al menos eso es lo que me dicen mis compañeros.
Cuando salí de la reunión, respiré profundo, convencido de que ya la había librado. Me sentía tranquilo, pensando que todo había salido bien, pero apenas me senté en mi escritorio y vi que mi compañero me hacía señas raras desde el otro lado de la oficina, supe que algo andaba mal. Lo siguiente fue que vi a mi jefe acercándose, y claro, mi estómago se me subió hasta la garganta.
El tipo, con su cara seria de siempre, me dice: "Oye, ¿todo bien?". En ese momento pensé: "Aquí fue". Empezó a contarme que, mientras hablaba, yo tenía una sonrisa rara y que no sabía si estaba súper concentrado o si me estaba burlando de algo. ¡Trágame tierra! Intenté seguirle la corriente, diciendo que estaba metido en la presentación y que me emocionaba el tema. La verdad estoy convencido que no me creyó ni una palabra pero el caso es que no me volvió a decir nada.
Al final, logré salir de la oficina con mi trabajo intacto y quedó una buena anécdota para compartir con los compañeros.
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